Editorial
CAJAMARCA: UN GRITO DE JUSTICIA QUE EXIGE RESPUESTAS

CAJAMARCA: UN GRITO DE JUSTICIA QUE EXIGE RESPUESTAS
Ayer, a través de Sucesos de Radio Ilucán, se dio a conocer el pliego petitorio del Frente de Unidad y Lucha por el Progreso y el Buen Vivir, que representa las demandas de la región Cajamarca y del nororiente peruano. Este documento no es un simple listado de reclamos, sino un reflejo del hartazgo acumulado por años de abandono, promesas incumplidas y una relación desigual con un Estado que parece sordo ante las necesidades de una de las regiones más ricas en recursos, pero paradójicamente una de las más pobres del país. La medida más contundente anunciada es un paro regional indefinido a partir del 6 de octubre, una acción que no nace de un impulso espontáneo, sino de un proceso histórico de frustración y resistencia frente a la indiferencia gubernamental.
El paro, de carácter multisectorial, aglutina a rondas campesinas y urbanas, gremios de transportistas, sindicatos de maestros, comerciantes, centrales sindicales y diversos actores sociales. Esta diversidad demuestra que no se trata de una protesta aislada, sino de un movimiento que encarna el clamor de una población entera que se siente marginada y despojada de su derecho al desarrollo. La organización de comités de seguridad y disciplina subraya el compromiso de mantener la lucha pacífica, ordenada y legítima, pero no por ello menos firme. Cajamarca no se doblega; se alza con una voz unificada que exige ser escuchada.
El pliego de demandas es preciso y contundente: integración vial para conectar comunidades aisladas, culminación de obras estratégicas paralizadas, erradicación de la minería ilegal que depreda el medioambiente, control del crimen organizado que amenaza la seguridad ciudadana, ejecución del aeropuerto de Jaén y garantías reales en salud, educación y acceso al agua potable. Estas no son peticiones extravagantes; son derechos básicos que cualquier Estado comprometido con su pueblo debería garantizar. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿cómo es posible que una región con tanta riqueza natural languidezca en la pobreza? La respuesta yace en una gestión estatal que ha priorizado intereses externos y cortoplacistas sobre el bienestar de sus ciudadanos, eternizando una paradoja cruel que alimenta la indignación cajamarquina.
A pesar de múltiples compromisos adquiridos tras protestas previas, como el paro provincial de mayo, el Gobierno Central no ha mostrado una voluntad real de ofrecer soluciones estructurales. Cajamarca sigue siendo relegada, como si su voz no formara parte del concierto nacional. Pero la historia demuestra que el silencio impuesto a los pueblos no es eterno. Cuando la organización y la unidad se consolidan, el grito trasciende las fronteras de la indiferencia y obliga al país a mirar de frente sus deudas históricas.
Esta protesta, sin embargo, no debe ser vista únicamente como un acto de presión, sino como una oportunidad crucial. Es una invitación al Estado para que abandone los discursos vacíos y las promesas burocráticas, y se comprometa con hechos concretos que transformen la realidad de la región. También es un llamado a la propia Cajamarca para mantener la unidad, evitando caer en la violencia que podría des-le-gi-ti-mar su lucha. La fuerza de este movimiento radica en su carácter colectivo y pacífico, en su capacidad de articular un proyecto común que trascienda las diferencias internas.
Cajamarca no pide favores ni limosnas; exige justicia histórica. Exige que sus carreteras dejen de ser caminos de promesas rotas, que sus hospitales y escuelas sean más que estructuras abandonadas, que su riqueza natural deje de ser una maldición explotada por la minería ilegal o monopolizada por intereses foráneos. Exige que el “progreso” deje de ser un eslogan vacío y se traduzca en mejores condiciones de vida para cada campesino, estudiante, comerciante y transportista. Exige, en esencia, que se le reconozca como parte fundamental de un país que no puede avanzar si ignora a sus regiones.
El 6 de octubre será un punto de modulación. El Gobierno tiene la oportunidad de demostrar que está dispuesto a escuchar y actuar, implementando soluciones inmediatas y sostenibles que respondan al clamor de Cajamarca. De lo contrario, continuará alimentando un espiral de descontento que, como la historia enseña, puede desbordarse más allá de las calles cajamarquinas y resonar en todo el país. Porque cuando los pueblos se cansan de esperar, su paciencia se transforma en una fuerza colectiva imparable, capaz de redefinir el destino de una nación. Cajamarca no solo lucha por sí misma; lucha por un Perú más justo, inclusivo y digno para todos.
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