Nuestro editorial de hoy jueves 18 de setiembre del 2025
Redacción RI

 El país de las paradojas

La revista Caretas ha puesto nuevamente el dedo en la llaga: el Perú, tierra bendecida por la naturaleza y la cultura, es también el país de las más dolorosas contradicciones. Se nos presenta al mundo como un “país de las maravillas”, capaz de ofrecer un pan con chicharrón aclamado como el mejor desayuno del planeta; Nos vendemos al mundo como un "país de las maravillas", donde el pan con chicharrón acaba de ser coronado, apenas hace unos días, como el mejor desayuno del planeta en el extravagante "Mundial de Desayunos" impulsado por el streamer Ibai Llanos. Un triunfo que desató euforia nacional, con celebraciones que rayaron en lo eufórico. Pero, ¿y si esa sartén dorada, ese trofeo efímero, solo ilumina la brecha que nos parte en dos?. Al mismo tiempo que unos celebraban, la FAO nos advierte que más de la mitad de nuestra población —51.7%, es decir 17.6 millones de peruanos— enfrenta inseguridad alimentaria. Una realidad que debería avergonzarnos antes que enorgullecernos.
¿Cómo explicar que en un país con tanta riqueza agrícola, minera, pesquera y cultural, los niños continúen siendo víctimas de la desnutrición y la anemia infantil? Cajamarca, nuestra región, encarna con crudeza esa paradoja: abundancia de recursos, pero estómagos vacíos. La riqueza de unos pocos se contrasta con la pobreza de millones. Mientras los reflectores se encienden para aplaudir reconocimientos gastronómicos, la sombra del hambre se cierne silenciosa sobre las familias que no pueden asegurar un plato digno en sus mesas.

La pregunta que incomoda es inevitable: ¿cuántos niños peruanos tienen siquiera la posibilidad de probar un pan con chicharrón en el desayuno? ¿Cuántas familias pueden darse ese “lujo” una sola vez al año? La respuesta es tan dura como la indiferencia de un Estado que, en lugar de asumir la urgencia de la crisis alimentaria, prefiere desviar la atención con triunfos efímeros que alimentan el orgullo, pero no el cuerpo ni el espíritu de la nación.

No se trata de desmerecer los logros culturales o gastronómicos que nos ponen en el mapa mundial, sino de preguntarnos por qué celebramos con tanto entusiasmo aquello que pocos pueden disfrutar, mientras callamos frente a la tragedia cotidiana del hambre y la corrupción. Porque lo cierto es que el problema no es la falta de recursos, sino el manejo deshumanizado de un gobierno que da la espalda a quienes deberían ser su prioridad: los niños, el futuro y presente  de la patria.

El Perú necesita menos celebraciones superficiales y más compromiso real. De nada sirve tener el “mejor desayuno del mundo” si millones de compatriotas se van a dormir con el estómago vacío. Las paradojas son un reflejo de nuestras carencias como sociedad, y la más grande de todas es aceptar que la corrupción siga siendo el banquete de unos pocos, mientras el hambre continúa siendo la condena de muchos.

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