Editorial
EN HONOR A LA FUERZA AÉREA DEL PERÚ Y AL LEGADO INMORTAL DE JOSÉ ABELARDO QUIÑONES
En honor a la Fuerza Aérea del Perú y al legado inmortal de José Abelardo Quiñones
Cada 23 de julio, nuestra patria conmemora con profundo respeto y sentido patriótico el Día de la Fuerza Aérea del Perú, una fecha que no solo recuerda la importancia de esta institución en la defensa nacional y el desarrollo del país, sino que también rinde homenaje a uno de sus más grandes símbolos de valor y entrega: el aviador José Abelardo Quiñones Gonzales, héroe nacional, quien ofrendó su vida en acto de suprema valentía durante la guerra de 1941.
La historia de Quiñones no es un simple relato militar. Es el testimonio de un joven de apenas 27 años que, en medio de un combate, decidió inmolarse para cumplir su misión, lanzando su avión contra las baterías enemigas en la quebrada Seca, en Zarumilla. Este acto de coraje y sacrificio extremo lo elevó a la inmortalidad, no solo como Gran General del Aire del Perú —grado conferido póstumamente por el Congreso en 2007—, sino como un faro moral que nos interpela aún hoy.
Pero más allá del homenaje, este día nos exige una reflexión crítica: ¿cuánto del ejemplo de Quiñones vive en los peruanos de hoy? ¿Dónde están la disciplina, la honestidad y el amor por la patria que él encarnó con tanta convicción? Vivimos tiempos donde el individualismo, la corrupción y la indiferencia parecen haber ganado terreno. Donde el compromiso con el bien común muchas veces se ve reemplazado por intereses personales o mezquinos. Y, sin embargo, ahí está su figura, recordándonos que el verdadero patriotismo no se declama, se practica con hechos, sacrificio y decencia.
La Fuerza Aérea del Perú, como institución, ha sido protagonista no solo en defensa de la soberanía nacional, sino también en misiones de ayuda humanitaria, rescate, evacuaciones médicas, y en apoyo a la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. Su labor debe ser reconocida, fortalecida y también vigilada, pues toda institución en democracia tiene el deber de honrar el legado de sus héroes a través de la integridad y el servicio honesto al país.
Hoy, más que nunca, necesitamos que el espíritu de José Abelardo Quiñones inspire a nuestras autoridades, a nuestros jóvenes y a cada ciudadano a trabajar por un Perú más justo, solidario y libre de las cadenas de la corrupción y el atraso moral. Su sacrificio no debe quedar como un símbolo vacío en una fecha de calendario. Debe ser una lección viva, un recordatorio constante de que amar al Perú implica estar dispuesto a dar lo mejor de nosotros cada día, no necesariamente en el campo de batalla, pero sí en la lucha diaria por la verdad, la justicia y la equidad.
Que este 23 de julio no sea solo una ceremonia con discursos, sino un llamado a la conciencia. Porque solo con peruanos valientes, disciplinados y honestos —como lo fue Quiñones— se puede construir una patria digna y soberana.
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