Editorial
LA VOZ DEL PUEBLO EN LA VOZ DE UN NIÑO

#Editorial | LA VOZ DEL PUEBLO EN LA VOZ DE UN NIÑO
En el corazón del paro regional que hoy cumple su segundo día en Cajamarca, una imagen sencilla pero profundamente conmovedora ha capturado la atención del país, resonando con una fuerza que trasciende fronteras y generaciones: un niño cutervino, asomado desde su humilde ventana, gritando con toda la pasión de su alma “¡Viva la ronda, el pueblo unido jamás será vencido!”. Su voz, pura, espontánea y desprovista de artificios, ha logrado lo que muchos discursos políticos, cargados de retórica, no han conseguido: encender una chispa de conciencia, unidad y orgullo en un pueblo que, históricamente, ha sido relegado al olvido.
Ese grito no fue ensayado ni orquestado. Fue la expresión genuina de un niño que, desde su entorno, ha absorbido el amor por su tierra, el respeto por su gente y la convicción inquebrantable de que la justicia, aunque parezca lejana, es un ideal por el que vale la pena luchar. En un mundo donde los mensajes suelen estar contaminados por intereses o cálculos políticos, la voz de este pequeño emerge como un faro de autenticidad, recordándonos que los anhelos más profundos de una comunidad suelen encontrar eco en los corazones más puros.
Las redes sociales, con su capacidad para amplificar momentos, han convertido este instante en un símbolo de resistencia y esperanza. Ese niño no está solo: su voz representa a miles de familias cajamarquinas que anhelan carreteras terminadas, escuelas dignas, espacios naturales protegidos de la depredación de la minería ilegal, y una vida libre de la sombra de la extorsión y el sicariato. Son familias que sueñan con un futuro donde sus hijos no tengan que migrar para encontrar oportunidades, donde el progreso no sea una promesa vacía, sino una realidad tangible. En cada palabra de ese grito infantil resuena el clamor de una región que, cansada de esperar, ha decidido alzar la voz para exigir lo que le pertenece por derecho.
Sin embargo, el silencio ensordecedor del gobierno central agrava la herida. Cada día de paro no solo significa pérdidas económicas, sino que pone en evidencia la ausencia de un Estado que escucha, que actúa, que prioriza. ¿Por qué los pueblos del norte, como Cajamarca, deben recurrir a medidas extremas para ser vistos? ¿Cuánto tiempo más se permitirá que la indiferencia, la burocracia y la falta de voluntad política ahoguen las demandas legítimas de regiones olvidadas? Este no es un problema aislado, sino un reflejo de una deuda histórica con el interior del país, donde el abandono se ha normalizado y la esperanza se sostiene a fuerza de resistencia.
Cajamarca no pide caridad; exige justicia. La voz de ese niño, valiente y clara, no es solo un eco de protesta: es un llamado a la conciencia nacional, una invitación a mirar más allá de las grandes urbes, hacia esas comunidades donde la fe en un futuro mejor persiste a pesar de las adversidades. Es un recordatorio de que las causas justas no se apagan con represión ni se diluyen en el silencio, sino que se fortalecen con la unidad y la determinación de un pueblo que no se rinde.
Que el grito de este niño siga resonando como un himno de dignidad, un canto que inspire a todos los peruanos a construir un país más justo, inclusivo y solidario. Porque en los corazones más pequeños, en las voces más inocentes, se gesta la verdadera transformación: una que nace del pueblo y para el pueblo, con la fuerza inquebrantable de la esperanza.
Video: Hecho en Cutervo
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