Editorial
UN PAÍS QUE SE DESANGRA ENTRE LA INSEGURIDAD Y EL ABANDONO

#Editorial | UN PAÍS QUE SE DESANGRA ENTRE LA INSEGURIDAD Y EL ABANDONO
El Perú se desangra cada día. La violencia, la inseguridad y la indiferencia se han convertido en los signos más visibles de una nación que parece caminar sin rumbo. Tocamos fondo. Lo ocurrido anoche en el Círculo Militar de Chorrillos —donde un tiroteo interrumpió el concierto de la emblemática agrupación Agua Marina, dejando varios heridos, entre ellos músicos— es una muestra más del descontrol absoluto en que vivimos. La delincuencia ya no respeta escenarios, espacios ni rostros. Ni la música, ese refugio del alma, se libra del sonido de las balas.
Este nuevo atentado conmueve al país, pero también desnuda la profunda incapacidad del Estado para garantizar la seguridad de los peruanos. Las autoridades repiten discursos vacíos, anuncian operativos y promesas de “mano dura”, mientras las calles siguen siendo territorio del miedo. Hoy, el ciudadano común vive acorralado, atrapado entre el temor y la desesperanza, viendo cómo el crimen avanza y el gobierno se muestra impotente, o peor aún, indiferente.
Mientras tanto, el país interior también grita. Hoy se cumple el cuarto día del paro regional indefinido en Cajamarca, con su epicentro en la siempre combativa ciudad de Cutervo. Miles de hombres y mujeres, cansados del abandono, reclaman carreteras, salud, educación y respeto. Exigen lo que les corresponde por derecho: atención, desarrollo y justicia. Pero sus demandas parecen perderse entre los muros del centralismo limeño, entre despachos ministeriales que no escuchan y políticos que solo piensan en su supervivencia.
Vivimos en un Perú fragmentado: un Estado que no protege, un gobierno que no gobierna, un Congreso que solo defiende intereses mezquinos, y un pueblo que resiste entre el dolor y la indignación. Ejecutivo y Legislativo continúan en su romance nocivo, en su intercambio de favores y ataques, mientras el país real —el de las calles, los mercados, las rondas y los barrios— se hunde en la desesperanza.
Es una verdadera lástima lo que está ocurriendo. Un país que podría ser ejemplo de cultura, trabajo y dignidad, se ha convertido en escenario de miedo y desconfianza. La violencia no solo se siente en los disparos o en los asaltos, sino también en la indiferencia de los que gobiernan, en la corrupción que desangra nuestras instituciones, en la mentira que se normaliza cada día.
El Perú necesita reaccionar. Necesita líderes con visión, con coraje, con sentido de patria. No podemos acostumbrarnos al dolor, ni aceptar que la inseguridad o el abandono sean parte natural de nuestra existencia. Si algo debe unirnos hoy, más allá de las diferencias, es la convicción de que este país merece algo mejor.
Porque mientras la música de Agua Marina se apaga entre disparos y las provincias de Cutervo, Jaén, San Ignacio, Cajamarca y ahora Celendín claman justicia en las calles, el Perú entero debería despertar de este letargo y recordar que aún tenemos una patria que salvar.
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